Los Bowles vuelven a Málaga
Un congreso y la edición de varios libros rinden tributo a la pareja de escritores
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
"La diferencia entre un viajero y un turista es que el primero no compra billete de vuelta". Antes de vaciar, en 1947 y para casi siempre, sus maletas en un apartamento de Tánger en el que fue rodeándose de cajas de medicinas, ceniza de kif y cartas de correo aéreo, Paul Bowles siguió fielmente la frase que le atribuye la leyenda. A Marruecos llegó con su esposa Jane tras patear media Europa, toda América y una parte de Asia. Antes del viaje africano habían gastado unos meses en una pensión de Brooklyn Heights. Allí se los encontró Truman Capote, que recordaba que entre el resto de inquilinos estaban W. H. Auden, Benjamin Britten, Carson McCullers y "un domador de chimpancés".
Cuando el matrimonio llegó a Tánger la escritora era ella, una mujer que se definía a sí misma como "judía, lesbiana y coja" y había publicado cuatro años antes su única novela, Dos damas muy serias, recién rescatada por Anagrama en un volumen que se completa con el libro de relatos Placeres sencillos. Él, además de nómada, era compositor. Hasta 1949 no publicaría El cielo protector, la novela autobiográfica cuya adaptación cinematográfica a cargo de Bernardo Bertolucci cuatro décadas más tarde convertiría el apartamento tangerino de Bowles en lugar de peregrinación, si es que alguna vez dejó de serlo desde que Tánger fuera puerto de tránsito para los miembros de dos generaciones de relumbrón: la perdida y la beat.
El propio Paul Bowles consignó en sus diarios cómo el mismo año en que el cineasta italiano le habló de su proyecto pasaron por allí Patricia Highsmith, Liz Taylor y Mick Jagger. Y cómo un editor francés le propone hacer un libro en colaboración con un pintor mallorquín llamado Miquel Barceló.
La película tiró del resto de su obra -Déjala que caiga, La casa de la araña, La tierra caliente...- y, de paso, de la de Jane. Pero aquella muchacha radicalmente independiente a la que su amigo Capote retrató con cabeza de gardenia, porte de golfillo y la leve cojera que le dejó la caída de un caballo no vivió para ver todo aquello. Nacida en 1917, murió en 1973 en Málaga. Aquí se celebra esta semana el congreso El mundo de los Bowles, que coincide con el centenario de Paul, nacido el 30 de diciembre de 1910 en Nueva York, ciudad a la que fueron llevadas sus cenizas tras fallecer en Tánger en 1999.
El congreso, que saca a los dos escritores del purgatorio en el que parecían instalados tras el subidón cinematográfico, arrancó ayer con una visita a la tumba de Jane y siguió con la presentación de cuatro libros que abren nuevos territorios a la zigzagueante geografía de una pareja símbolo de la independencia vital, la libertad sexual y la gran literatura.
Así, a la recopilación de Anagrama -el editor Jorge Herralde inició con Dos damas muy serias su famosa colección amarilla hace 30 años-, se suman tres títulos. El Ayuntamiento de Málaga ha publicado dos joyas, Una pareja en discordia, reedición de una pieza para marionetas de la narradora, y Jane Bowles. Últimos años, monumental recorrido colectivo -de Rodrigo Rey Rosa a John Giorno- por los días malagueños de la escritora que, según el escritor Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro, incluye dos grandes novedades. Por un lado, documenta el lugar real de la muerte de Jane, una clínica de reposo dirigida por un neurólogo y no el hogar de acogida de unas monjas como sostiene la versión mítica. Por otro lado, demuestra que Paul no se desentendió nunca de ella. "Pagaba semanalmente la factura de la clínica y la visitaba con cierta frecuencia", cuenta Taján.
La gran novedad, no obstante, es la primera traducción al castellano de En el cenador (Alfama), la obra de teatro estrenada por Jane Bowles en 1953. Para Miguel Martínez-Lage, uno de los traductores, "no extraña que Jane, que tenía un talento fuera de lo normal para los diálogos, terminara escribiendo teatro". Para el otro responsable de la versión, Carlos Pranger, la obra destila lo mejor de la narrativa de la escritora y demuestra que de los dos Bowles, "el genio era ella".
Un congreso y la edición de varios libros rinden tributo a la pareja de escritores
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
"La diferencia entre un viajero y un turista es que el primero no compra billete de vuelta". Antes de vaciar, en 1947 y para casi siempre, sus maletas en un apartamento de Tánger en el que fue rodeándose de cajas de medicinas, ceniza de kif y cartas de correo aéreo, Paul Bowles siguió fielmente la frase que le atribuye la leyenda. A Marruecos llegó con su esposa Jane tras patear media Europa, toda América y una parte de Asia. Antes del viaje africano habían gastado unos meses en una pensión de Brooklyn Heights. Allí se los encontró Truman Capote, que recordaba que entre el resto de inquilinos estaban W. H. Auden, Benjamin Britten, Carson McCullers y "un domador de chimpancés".
Cuando el matrimonio llegó a Tánger la escritora era ella, una mujer que se definía a sí misma como "judía, lesbiana y coja" y había publicado cuatro años antes su única novela, Dos damas muy serias, recién rescatada por Anagrama en un volumen que se completa con el libro de relatos Placeres sencillos. Él, además de nómada, era compositor. Hasta 1949 no publicaría El cielo protector, la novela autobiográfica cuya adaptación cinematográfica a cargo de Bernardo Bertolucci cuatro décadas más tarde convertiría el apartamento tangerino de Bowles en lugar de peregrinación, si es que alguna vez dejó de serlo desde que Tánger fuera puerto de tránsito para los miembros de dos generaciones de relumbrón: la perdida y la beat.
El propio Paul Bowles consignó en sus diarios cómo el mismo año en que el cineasta italiano le habló de su proyecto pasaron por allí Patricia Highsmith, Liz Taylor y Mick Jagger. Y cómo un editor francés le propone hacer un libro en colaboración con un pintor mallorquín llamado Miquel Barceló.
La película tiró del resto de su obra -Déjala que caiga, La casa de la araña, La tierra caliente...- y, de paso, de la de Jane. Pero aquella muchacha radicalmente independiente a la que su amigo Capote retrató con cabeza de gardenia, porte de golfillo y la leve cojera que le dejó la caída de un caballo no vivió para ver todo aquello. Nacida en 1917, murió en 1973 en Málaga. Aquí se celebra esta semana el congreso El mundo de los Bowles, que coincide con el centenario de Paul, nacido el 30 de diciembre de 1910 en Nueva York, ciudad a la que fueron llevadas sus cenizas tras fallecer en Tánger en 1999.
El congreso, que saca a los dos escritores del purgatorio en el que parecían instalados tras el subidón cinematográfico, arrancó ayer con una visita a la tumba de Jane y siguió con la presentación de cuatro libros que abren nuevos territorios a la zigzagueante geografía de una pareja símbolo de la independencia vital, la libertad sexual y la gran literatura.
Así, a la recopilación de Anagrama -el editor Jorge Herralde inició con Dos damas muy serias su famosa colección amarilla hace 30 años-, se suman tres títulos. El Ayuntamiento de Málaga ha publicado dos joyas, Una pareja en discordia, reedición de una pieza para marionetas de la narradora, y Jane Bowles. Últimos años, monumental recorrido colectivo -de Rodrigo Rey Rosa a John Giorno- por los días malagueños de la escritora que, según el escritor Alfredo Taján, director del Instituto Municipal del Libro, incluye dos grandes novedades. Por un lado, documenta el lugar real de la muerte de Jane, una clínica de reposo dirigida por un neurólogo y no el hogar de acogida de unas monjas como sostiene la versión mítica. Por otro lado, demuestra que Paul no se desentendió nunca de ella. "Pagaba semanalmente la factura de la clínica y la visitaba con cierta frecuencia", cuenta Taján.
La gran novedad, no obstante, es la primera traducción al castellano de En el cenador (Alfama), la obra de teatro estrenada por Jane Bowles en 1953. Para Miguel Martínez-Lage, uno de los traductores, "no extraña que Jane, que tenía un talento fuera de lo normal para los diálogos, terminara escribiendo teatro". Para el otro responsable de la versión, Carlos Pranger, la obra destila lo mejor de la narrativa de la escritora y demuestra que de los dos Bowles, "el genio era ella".
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